El 12 de junio de 1990, el Congreso declaró la soberanía de Rusia sobre su territorio y se
adelantó a hacer leyes que procuraban desbancar algunas de las normas de la URSS.
A mediados de los años 90, Rusia era una democracia
multipartidista, mas era difícil asegurar un gobierno representativo a causa de
dos problemas estructurales: el enfrentamiento entre el presidente y el
parlamento, y el anárquico sistema de partidos. Aunque Yeltsin ganó prestigio
en el extranjero al mostrarse como un demócrata para debilitar a Gorvachov, su
concepción de la presidencia era muy autocrática, actuando bien como su propio
primer ministro (hasta junio de 1992)
o bien nombrando para tal cargo a gente de su confianza, sin tener en cuenta al
parlamento.
Mientras, la excesiva presencia de partidos minúsculos y
su rechazo a formar alianzas coherentes dejaba la legislatura ingobernable.
Durante 1993, el contencioso entre Yeltsin y el parlamento culminaría con la crisis
constitucional de octubre. Ésta llegó a su punto
crítico cuando, el 3 de octubre, Yeltsin mandó a los tanques a bombardear la Casa Blanca
(Moscú). Con este trascendente (e inconstitucional)
paso de disolver a cañonazos el parlamento, Rusia no había estado tan cerca del
enfrentamiento civil desde la revolución de 1917. A partir de entonces, Yeltsin
dispuso de entera libertad para imponer una constitución con fuertes poderes
presidenciales, que fue aprobada en referéndum en diciembre de 1993. Sin embargo, el voto de diciembre también supuso un
avance importante de comunistas y nacionalistas, reflejo del creciente
desencanto de la población con las reformas económicas neoliberales.
Pese a llegar al poder en un ambiente general de
optimismo, Yeltsin nunca recuperaría su popularidad tras apoyar la
"'terapia de choque"
económica de Yegor Gaidar: fin del control de precios de la era soviética, recortes drásticos en
el gasto público y la apertura al comercio exterior en 1992. Las reformas devastaron inmediatamente la
calidad de vida de la gran mayoría de la población, especialmente en aquellos
sectores beneficiados por los salarios y precios controlados, los subsidios y
el estado del bienestar de la época comunista. Rusia sufrió en la década de los
noventa una recesión económica más grave que la Gran Depresión que azotó los Estados Unidos o Alemania a principios de los años 1930.
Las reformas económicas consolidaron una oligarquía
semicriminal enraizada en el viejo sistema soviético. Aconsejada por los
gobiernos occidentales, el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional, Rusia se embarcaría en la más grande y más
rápida privatización jamás llevada a cabo por un gobierno en toda la historia. A mediados de
década, el comercio, los servicios y la pequeña industria ya estaban en manos
privadas. Casi todas las grandes empresa fueron adquiridas por sus antiguos
directores, engendrando una clase de nuevos ricos
cercanos a diversas mafias o a inversores occidentales. En la base del sistema,
a causa de la inflación o el desempleo, muchos obreros acabaron en la pobreza,
la prostitución o la delincuencia.
A pesar de todo, un supuesto regreso a la economía
dirigida parecía casi imposible, contando con el rechazo unánime de Occidente.
La economía Rusa encontró el fin del calvario con la recuperación a partir de 1999
en parte gracias al alza de los precios del crudo, su principal exportación aun
quedando lejos los niveles de producción soviéticos.
Tras la crisis financiera de 1998
Yeltsin se encontraba en el ocaso de su trayectoria. Solo unos minutos antes
del primer día de 2000, dimitió por sorpresa dejando el gobierno en manos de su primer ministro, Vladímir Putin, un antiguo funcionario del KGB y
jefe de su agencia sucesora tras la caída del comunismo. En 2000, el nuevo
presidente derrotó con facilidad a sus contrincantes en las elecciones
presidenciales del 26 de marzo, ganando en primera vuelta. En 2004
fue reelegido con el 71% de los votos y sus aliados ganaron las legislativas,
pese a las reticencias de observadores nacionales y extranjeros sobre la
limpieza de los comicios. Se hizo aún más patente la preocupación internacional
a finales de 2004 a causa los notables avances en el endurecimiento del control
del presidente sobre el parlamento, la sociedad civil y los representantes
regionales.
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